Gastronomía en el corazón del barrio Industrial

Historias y particularidades.

Durante los años en que el barrio industrial solo cobijaba empresas vinculadas al sector, ya existía un establecimiento gastronómico, testigo de historias ruteras y cobijo de aquellos viajeros cuya estadía en cada localidad solo se trata, aún hoy, de algunas horas. Con el paso de los años no solo permaneció, sino que hoy está en manos de una pareja con una larga trayectoria gastronómica. Ellos son Pablo Heredia, y su señora Gabriela Díaz a quien él la define como el “alma de la cocina”, hija de Antonio Díaz, comerciante local y uno de los fundadores del Centro Empleados de Comercio de Comodoro Rivadavia.

Pablo Heredia, luego de 9 años de participar activamente en la Asociación Hotelero Gastronómica de la ciudad, hoy ocupa el puesto de vicepresidente de la institución. Nació en Maipú, Provincia de Buenos Aires y desde hace 17 años está radicado en Comodoro Rivadavia. Siguiendo los pasos de su hermano, comenzó a trabajar en un restaurante. Primero como lavacopas y luego siendo mozo, oficio que adoptó de muy joven -a los 15 años de edad- y que le permitió luego, con tan solo una mochila a cuestas, viajar haciendo temporada por varias ciudades turísticas como Mar del Plata, San Bernardo, Pinamar, Villa Gesell, Córdoba, Las Leñas, Bariloche y El Calafate.
Una vez radicado en Comodoro trabajó en destacados establecimientos hasta que decidió, junto a su esposa, inaugurar su propio local reacondicionando aquel histórico comedor rutero sobre la avenida Yrigoyen al 3300.

Hoy, cerca de cumplir diez años al frente del mismo, Pablo nos cuenta las particularidades que implica tener un establecimiento en barrio industrial y ve con muy buenos ojos el incipiente polo gastronómico que se está generando de a poco en esa zona de la ciudad. «En nuestro caso es muy diferente al centro. Acá sábados y domingos no queda nadie excepto por las cervecerías que abrieron en el último tiempo. Se trabaja con los empleados de las empresas quienes compran su vianda o algunos se sientan a comer. Tratamos de que sea relajado y rápido para que tengan tiempo de tomar un pequeño descanso antes de regresar a su trabajo”. Y por supuesto, nunca dejaron de ser la parada “obligada” de los viajeros que atraviesan la ciudad camino tanto al sur como al norte de nuestro país.

Cocinar para trabajadores, viajeros y familias de paso

Gabriela Díaz recuerda que se inició en el rubro el día que su padre llegó a su casa y dijo ‘compré un restaurant’: “Nos asustamos porque no teníamos experiencia pero ya estaba hecho así que nos sumamos a colaborar y trabajar durante 14 años” en lo que luego sería el famoso Náutico de km 3.
A pesar que cuando trabajaba con su padre debían atender a 140 comensales en simultáneo, ofreciendo entre otros, platos de pescados y mariscos, asegura que hoy, trabajando en un restaurante rutero, siente que hay más exigencias de parte de algunos comensales que las que había en ese entonces. Así lo relata “Por ejemplo el camionero es exigente porque conoce muchos lugares y sabe lo que es comer bien y económico. Aunque sí son muy correctos y educados”. Cuenta que son clientes del turno noche, de pocas palabras, que esperan platos sabrosos, sazonados y un ambiente relajado.



Menciona a otro público importante de su local, las familias numerosas que vienen de otras localidades a realizar compras o por cuestiones médicas como por ejemplo desde Caleta Olivia o Pico Truncado y que luego paran a comer allí, por comodidad y economía, ya que describe que las generosas porciones que ellos sirven alcanzan muy bien para compartir. «Eso tiene un bello encanto” afirma Gabriela y asiente Pablo, ambos reflejando la motivación que hay detrás de cualquier emprendimiento gastronómico que no es más ni menos que brindar un buen servicio para que otros se alimenten. En el caso de ellos, con platos caseros, contundentes y nutritivos.

Gabriela Díaz, no dejó de lado las dificultades económicas que están atravesando, como tantas otras pymes, aunque a pesar de ello decidieron sostener el esfuerzo al menos un año más. Respecto de la Asociación Hotelero Gastronómica confiesa que aunque de joven no entendía los beneficios que ofrecía ser parte de ella, hoy por hoy, siente que los representa y que tienen un lugar donde canalizar colectivamente algunos reclamos, como es el caso el de los puestos de comidas callejeros que han ido surgiendo en el último tiempo con más fuerza, los cuales generan una competencia desleal y peligrosa para las personas cuando ofrecen comidas sin ningún tipo de control.

Para culminar, ambos, agradecen a todos quienes los acompañaron, quienes les permitieron aprender cada etapa del proceso, y a Mariela, quien hoy trabaja con ellos a la par.

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